El arte de unir el pasado y el presente

El arte de unir el pasado y el presente

Por A.R.R.

La artesanía es el recinto del alma donde el ser humano libra su batalla última contra su destrucción; la artesanía preserva el corazón del mundo en un atávico intento por arraigarse a un pasado que nunca desaparece. Tal como expresa el filósofo Ortega y Gasset “la tradición no es el peso muerto de la historia”, la tradición se sitúa, pues, como guardiana de la trayectoria ancestral.

En un mundo donde la dispersión y la disgregación ordenan a las sociedades según las frondosas sendas de lo ultracontemporáneo, existen prácticas que por su encantada posición en nuestros días suponen un referente de solidez y preservación. El rito amenaza con la extinción de su propia consistencia, pero dicho derrumbamiento no atañe en exclusiva a prácticas que sistemáticamente se suceden desde la antigüedad, sino que dichas prácticas suponen el soporte de una simbología nutricia para las entrañas del ser humano. Lo arcano echa raíces en el ignoto movimiento de unas manos que obran, de un corazón que se inspira y de una creación que resulta de un alumbramiento del hombre.

La artesanía conmemora la inmensa vastedad de un misterio que nadie alcanza; su proceso es el proceso de un Prometeo que trastoca la inaccesibilidad de lo supremo para dotar al mundo de una llama de lo eterno. La realización de lo artesanal encierra el gesto por antonomasia de lo creativo; un desplegarse a las alturas que dicotómicamente hace de contrapeso hacia lo terreno; devolviendo a las personas aquello que pertenece al sedimento de su espíritu.
La práctica de los que ponen su labor al servicio de lo manual sirve de estandarte contra el coste de un olvido prematuro hacia lo primigenio. El artesano es aquel que recoge los hermosos frutos de la tierra, dotado por una demora de la pausa para contemplar las riberas de su travesía. El hombre agitado en su cautiverio de la aceleración atraviesa la calzada de la vida con la rigidez del que únicamente dirige su mirada hacia delante, pero la obra creada a manos de los que aún preservan el corazón dispuesto para lo nimio toca el sentir de los restantes y deshace el nudo metálico con la urdimbre de su artesanía. La ternura emanada del calor de su labranza supone el antídoto contra el vaciamiento, es por eso por lo que dicho arte se posiciona como una maestría actual que cuida el contenido de su tiempo.

 

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